Todos hemos podido sentir el dolor de perder a alguien que queremos, aquellos momentos en los que todo depende de si el tiempo decide dejarnos solos, porque ya no hay nada que nos una a cierta persona, o si decide hacernos ver que la soledad duele tanto como la compañía.
Momentos en los que decidimos que el dolor debe apoderarse de cada parte de nosotros, de cada pensamiento y hacer que cada recuerdo que nos pase por delante, nos haga derramar una lágrima de dolorosa felicidad conmemorativa.
Nos duele el ver como el tiempo pasa y la felicidad se escapa, ver como caemos sin fuerzas para levantarnos y darnos cuenta de que cada paso que intentemos dar, lo daremos solos sin ninguna persona que nos ayude en un vacío donde no hay nada.
Duele ver que cada paso que avancemos, dos nos harán retroceder, y que la soledad será la compañera que nos guardará el silencio, la que nos brindará fidelidad, porque ella, jamás abandona.
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