Querido diario, esta mañana he sentido que el cielo estaba justo a dos centímetros de mi piel, con clara mueca de cansancio en la cara, y una gran sonrisa con la cual me ha invitado a entrar en un paraíso desconocido. Ya me conoces, te haces a la idea de como soy, y sabes que le he dicho que sí.
Ni te imaginas lo que se siente con esa simple palabra. He sentido como sus grandes y fuertes brazos me rodeaban, hasta dejarme sin salida, y sí, para mí ese sería el mejor de los encarcelamientos sin duda alguna. Su aliento rozaba mi cuello con delicadeza y recorría desde la primera hasta la última de mis vértebras, lo reconozco, el mejor escalofrío que jamás haya sentido. Al sentir su torso desnudo, algo puso todas y cada una de mis sensibilidades a flor de piel. Llámalo lujuria, erotismo, locura, pero si así ha de llamarse, ha sido la mejor de las locuras que en la vida he cometido. Quizá puedo ponerme una etiqueta en la frente que diga "estúpida" pues sólo supe responder a todo esto con: La vida nos da muchas veces la oportunidad de ser felices, y no sabemos si debemos arriesgarnos a cogerla en nuestras manos o dejarla escapar; ahora sé que mi oportunidad está justo aquí, y que yo no pienso dejarla ir. Y con una mueca de deliciosa felicidad en mi cara, me di la vuelta para ver la mayor de las bellezas, y a ésta le añadí: Hoy no sé si perderme en tu mirada, o dejarme llevar en el calor de tus brazos, pero si hay algo de lo que estoy segura; es de que éste es el primero, pero no el último de los días que nos quedan, mi vida.
Mi querido confidente de secretos y llantos, a día de hoy esta niña cumple 70 años. Sí, me he echo vieja, pero mis palabras no dejan de cobrar el mismo sentido que hace 55 años. ¿Recuerdas aquello que te conté? ¿Que el cielo me había invitado a un paraíso y que con él decidí vivir mi vida? Dicen que los deseos y que los propósitos nunca se cumplen, pero aquí estoy yo para demostrarles que se equivocan. Hoy me he despertado justo como en esa mañana, y él me ha demostrado que no ha cambiado nada, que pese a la vejez, las arrugas, y el cansancio de mis fuerzas; sigue queriéndome como el primer día. Hoy he comprobado que la vida siempre te da enormes golpes para luego poner un pequeño parche que los vaya sanando con el tiempo, mi parche aún sigue aquí conmigo, y me ha confesado que jamás, por nada ni por nadie, va a dejar que mis heridas vuelvan a abrirse.
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