martes

Me, myself, and I.

De vez en cuando hay que hacerse a la idea de que nada en la vida dura para siempre, y que jamás puedes dar esperanzas, o intentar reanimar algo que ya está bastante muerto.
Sólo puedes fiarte de ti misma, aunque a veces te traiciones y te hagas daño, tú y solo tú eres la única persona que sabe con las piedras que debe tropezar, y aquellas que debe ignorar. De repente con todo esto me he visto tropezando sin sentido, dando vueltas metida en un tubo que me repite la misma frase una y otra vez: nunca olvides que es mejor ignorar la realidad y ser tú, a vivir en un mundo que no es el tuyo.
Siempre me he considerado egoísta; yo primera, los demás detrás. Quizá por ello me he dado cuenta de que cuando sabes a donde vas, olvidas de donde vienes, quien eras, y por qué ahora has cambiado. Yo era esa chica a la que la gente se sentía orgullosa de tener al lado. Aquella a la que muchas personas apreciaban por como era y no por lo que era, yo sabía de donde venía, sabía quien era, y no cambiaba. Y ahora, ahora ya no sé nada.
Lo típico: corazón roto, amigas que iban de "yo voy a estar aquí hasta el final" y para ellas el final se daba cuando no sabían lo que era ser amiga, y tener una amistad, y cansancio de tener que oír y repetir siempre lo mismo. Hasta hace poco supe que la vida no es más que una película que terminada una escena, rebobina. Exacto. Algo así como una rutina. Algo de lo que te cansas y dices: paso de este mundo, de la gente que intenta arruinarme y sabe que no lo va a conseguir y aún así pierde su tiempo, paso de mi vida si no puedo ser yo quien la viva, paso de amistades y de personas que no saben valorar lo que tienen, paso de esas zorras que no saben que 1+1 son dos y no tres. ¿Y qué me queda al final? Yo, yo misma, y yo. Llámalo egoísmo, pero prefiero asegurarme de que voy a ser yo la que me haga daño, antes que nadie.

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