A veces siento como cualquier palabra me puede, que las batallas están ganadas por mis contrincantes, y que ya no habrá guerra porque no me atrevo a pedir la revancha.
Y es cierto, hay ocasiones en que mi vida me pide luchar y mi corazón me dice que no puedo seguir, que debo rendirme o él dejará de latir. Ocasiones como en las que el amor se me presenta en la puerta, con un ramo de flores en una mano, una caja de bombones en la otra, y vestido de etiqueta me dice que "me quiere", situaciones como esas son las que hacen que me plantee el cerrar la puerta, acostarme en el sofá y hacer que ese traje de Armani con patas, se canse de tocar el timbre. No sería la primera, pero tampoco la última vez. Y otras veces sólo quiero decirle que se mache, que no vuelva a mi portal, que no se pare en mi felpudo, que deje de tocar mi timbre, que no me envíe más regalos, que me olvide como yo lo olvidé hace ya tiempo. Pero en esta vida no puedes elegir, las cosas vienen solas. Y al final, siempre veo como ese traje de etiqueta con patas se aleja con un ramo de flores marchitas y una caja de bombones derretidos, y una flecha de cupido partida por la mitad, y clavada en el corazón. Y son momentos como esos los que hacen que me de cuenta, de que esta vida no es más que un tubo, y que en cada curva se repite el mismo día una y otra vez.
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