miércoles

Letras sin sentido, palabras en silencio.

En realidad ni si quiera sé porqué estoy escribiendo esto, pero supongo que es cierto eso de que: si las palabras no se escriben o no se dicen, no son palabras. Quedan en la nada, y en la nada solo está el silencio, que no quiere escucharlas. ¿Será eso lo que quiero? Que el silencio me escuche, que el limbo se parta en dos y que de una vez: mis pensamientos dejen de estar en mi contra, y empiecen a olvidar lo que mis sentimientos les piden. En ocasiones me siento delante de esta pantalla, y detenidamente me doy cuenta de que el tiempo pasa y pasa, y este espacio sigue en blanco. Como si al pasar delante de una casa abandonada no sonara ese eco que te incita a gritar cada vez más fuerte, o como si se viera cantar a una persona pero no se pudiera oír lo que canta. Es irrelevante lo que pueda pasar a mi alrededor, eso no cambia que el espacio siga en blanco al igual que mi mente. Caen los esquemas de mi vida. Raro y estremecedor. Las cosas desaparecen, cuando mejor las valoramos. Y sin embargo, estas letras que cada vez tengo menos ganas de escribir: siguen aquí. ¿Y si la vida fuera como un ordenador? ¿Y si pudiéramos hacer miles de cosas y luego borrar aquel mal sabor que nos dejaron con un simple: suprimir? Es asombrosamente extraño que digan que: los humanos somos las mejores máquinas. Y sin embargo, no tenemos un estúpido y simple botón que suprima los malos recuerdos, los errores, las caídas... Inesperada debe ser la forma, de la cual la vida nos sorprenda. Y al fin y al cabo, todas estas palabras para llegar a la simple conclusión de: si tan fácil aprendemos a querer, ¿por qué nos es tan difícil aprender a olvidar o simplemente borrar todo aquello que no queremos recordar? Cada vez son más las preguntas sin respuestas, los enigmas sin solución, y las incógnitas no paran de aparecer por todos lados. Mi profesora de matemáticas dice que ésta asignatura está presente en el día a día, y que es capaz de resolver todas las ecuaciones, aunque éstas: no tengan solución. Se equivocó. Las matemáticas podrán resolver muchas cosas, pero no tantas, cuando se enfrenta al corazón. No hay x que pueda despejarse ni fórmulas que aplicar para averiguar una pregunta de la vida. Porque a veces la vida misma, nos hace preguntas que ni si quiera necesitamos; de esas a las que damos vueltas una y otra vez y luego la respuesta era: nada. No somos capaces de responder, pero sí nos preguntamos mil veces más. Y ahora es cuando me pregunto: ¿Por qué? Quizá la respuesta me la des tú, y si eso pasa: espero encontrarla en tus labios, antes que en el silencio.

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