Era verdad cuando tu madre te decía que no te fiaras de nadie. Era verdad cuando te recalcaba: ten cuidado, que la vida no es la única que da las puñaladas. Todo era verdad. Y ahora te das cuenta de que la importancia de las cosas que verdaderamente eran importantes, nunca eran para ti lo suficientemente significantes.
Ahora la gente no es más que fallos, personas que te decepcionan una y otra vez y que piensan: que si ellos te lo hacen a ti, tú se lo devolverás a ellos. No te ensucies las manos, a los que te fallen: que les follen. La vida siempre se encarga de escupir en las caras, mucho mejor de lo que lo haremos nosotros mismos.
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