Cuando has querido, tu alma no olvida, por mucho que sí lo haga tu mente. El amor pasa a formar parte de tu ADN, tu esencia. Es sabiduría y pensamiento, arraigados en lo más íntimo del corazón y del alma. Y ello puede ser una bendición y una maldición.
No hay forma posible de rellenar el vacío, ni tratamiento eficaz contra el dolor persistente del amor perdido: salvo su regreso.
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