martes

Miles de sonrisas, y una sola explicación para ellas.

La madurez no se aprende con el paso de los años, si no de los daños. Y a querer, eso lo aprendemos cuando miramos a esa persona a los ojos. Realmente nadie sabe lo que es eso, hasta que ve a ese alguien que no es perfecto, pero si toda su vida. Soy una exagerada, lo sé, pero es como... Como si saltáramos, como si corriéramos en contra del viento, como si nos tirásemos de un puente colgados de una cuerda que en tan solo un minuto puede romperse, como si nos colgáramos boca a abajo de la cama. Algo parecido es querer. Sientes que todo dentro de ti salta, aunque tú no te muevas. Sientes que corres y luchas contra viento, marea, y todo lo que venga. Cuelgas ese sentimiento de una cuerda que en cualquier momento puede romperse, pero no te da miedo: sabes perfectamente que esa cuerda es tan solo una excusa de unión. Una escusa que puede romperse, pero que siempre seguirás sintiendo en el interior. Querer es como sentir que tienes todo en tu cabeza, pero la mayor de las respuestas en el corazón, guardada bajo una imagen con su sonrisa.
Porque en eso consiste querer. En luchar por la felicidad de esa persona, porque sonría y sientas que con esa sonrisa, tú dejas de ser tan solo una persona en el mundo. Consiste en estar a matar o morir. Matar por él, morir con él.
Quizá yo no pueda explicarlo bien, o ni si quiera me acerque. Pero creo que querer: no es más que sentir que darías hasta el último segundo de tu vida, por ver sonreír a la persona que en su momento: hizo que todo tuviera sentido. Que toda tu felicidad, se resumiera en una sola explicación: que le quieres.

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