Supongo que toca elegir. En todo momento llega un segundo en el que el camino se bifurca y te ves con dos entradas, pero no logras visualizar si alguna tiene salida. Eso hace que me pregunte, si de verdad todas las puertas cerradas esperan ser abiertas y todas las que están abiertas; esperan que entre. De alguna manera, no lo sabré si no lo intento. De eso se trata, de intentar. Apuestas por algo y si no sale bien, no cambias la apuesta en medio de la partida; te hundes con él. Y por lo visto a eso es a lo que me tengo que dedicar el resto de mi vida. A hundirme partida tras partida, como un viejo barco que se precipita a naufragar. Sin rumbo. Perdiendo norte y sur. ¿Qué mas da? Al final no importará cuántas veces me haga hundido ni cuántas haya logrado sobrevivir. Al final solo quedaré yo y esa apuesta que en la mitad de la partida: no me falló. Y quizás, ahí tendré quedarme cuenta de que todo es como un juego. Algunas veces ganas y otras pierdes. Que si tengo suerte alcanzaré lo que sueño, pero nunca demasiada suerte como para salir viva de ello. Que llegará el momento en que me hundiré con mi apuesta y no saldré a flote. Y justo entonces, pasará todo delante de mis ojos y me daré cuenta de que: hice bien no abandonando aquello, por lo que pujé en su momento.
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