domingo

16 meses y subiendo.

Los comienzos son inesperados, algo empieza sin que quieras o sin que lo presientas y de repente: ya no te ves sin ese "algo" en tu vida. Al igual que los finales, que llegan y rompen todos los esquemas en los que se organizaban momentos futuros: que quedan rotos por un acto de debilidad y cobardía, llamado "fin". Se preguntarán: ¿a qué viene todo esto? Pues muy bien. Con todo esto me refiero a las personas. A aquellas que entran o salen de tu vida por todo tipo de razones y a aquellas que se quedan y deciden vivir todo tipo de momentos a tu lado, por una razón en concreto: no quieren perderte. Esto es básicamente lo que me ha pasado a mí. Hace 16 meses que una persona (para mí muy especial) entró en mi vida y ha decidido vivir todos esos días a mi lado, sin irse.













Creí que en este mundo, era imposible encontrar a personas en las que se pudiera confiar de verdad. A las que pudieras dedicar mil minutos y a parte de pasarlos a tu lado: supieran valorarlos. Creía tantas cosas, que me di cuenta de que no eran así  cuando te conocí. Eres el mejor significado que pueda encontrar alguien de "amiga". 






Gracias por cada uno de esos segundos llenos de felicidad que has compartido conmigo, porque los llevo siempre dentro de mí. No importa cuándo ni donde ni por qué, siempre estaré contigo: pase lo que pase y venga lo que venga. Te mereces todo lo bueno que esta vida pueda darte, porque no solo eres una gran amiga sino también: una persona maravillosa. Todos los que puedan tenerte en su vida o ya te tengan, más les vale que te cuiden bien, porque no tienes precio y no mereces que nadie te infravalore. Estás en lo más alto, Alexandra y siempre, siempre: tenlo en cuenta. No dejes que nadie te pisotee, que nadie te haga llorar, que nadie te prive de nada. Eres fuerte, libre y sobre todo: dueña de ti misma. Sonríe siempre, la felicidad es lo primero y más: si se trata de que tú seas feliz. 


No desde siempre, pero sí para siempre. Te quiero mucho.

miércoles

Haya el valor de tu apuesta y en que te falle o no: encontrarás la respuesta.


Supongo que toca elegir. En todo momento llega un segundo en el que el camino se bifurca y te ves con dos entradas, pero no logras visualizar si alguna tiene salida. Eso hace que me pregunte, si de verdad todas las puertas cerradas esperan ser abiertas y todas las que están abiertas; esperan que entre. De alguna manera, no lo sabré si no lo intento. De eso se trata, de intentar. Apuestas por algo y si no sale bien, no cambias la apuesta en medio de la partida; te hundes con él. Y por lo visto a eso es a lo que me tengo que dedicar el resto de mi vida. A hundirme partida tras partida, como un viejo barco que se precipita a naufragar. Sin rumbo. Perdiendo norte y sur. ¿Qué mas da? Al final no importará cuántas veces me haga hundido ni cuántas haya logrado sobrevivir. Al final solo quedaré yo y esa apuesta que en la mitad de la partida: no me falló. Y quizás, ahí tendré quedarme cuenta de que todo es como un juego. Algunas veces ganas y otras pierdes. Que si tengo suerte alcanzaré lo que sueño, pero nunca demasiada suerte como para salir viva de ello. Que llegará el momento en que me hundiré con mi apuesta y no saldré a flote. Y justo entonces, pasará todo delante de mis ojos y me daré cuenta de que: hice bien no abandonando aquello, por lo que pujé en su momento.

We must learn, when we have to stop.


Hay un momento en una parte de nuestras vidas en el que debemos darnos cuenta de que ningún esfuerzo, ni si quiera el mayor de todos: logrará cambiar ciertas cosas. Pero, ¿cuándo se supone que debemos darnos cuenta? Jamás nos dejamos abatir y mucho menos nos rendimos ante algo que queremos conseguir, entonces, ¿cuándo se supone que vamos a aprender a dejar de esforzarnos por un sinsentido? Quizá es eso por lo cual nos hacen daño o nos lo hacemos a nosotros mismos. Porque no sabemos cuándo parar, cuándo decir que fue suficiente o cuándo darnos cuenta de que: se acabó. A raíz de esto, nace la ignorancia. Aquella que nos ciega y que nosotros mismos dejamos que lo haga. Porque somos inteligentes de alguna manera, pero no lo suficiente como para percatarnos de que: no debemos buscar, donde no hay.